Yusuke Kadokawa ha forjado un camino singular en el mundo del café. Cada año, este joven japonés viaja a El Salvador para seleccionar los mejores granos y llevarlos a su tienda en Japón, donde el aroma y sabor del café salvadoreño cautivan al mercado internacional.
El café puede ser muchas cosas: una dosis de energía en las mañanas, el combustible que impulsa nuestras jornadas, un conector social, una necesidad o un lujo. Puede sorprendernos con su exquisitez y llevarnos en un viaje sensorial a lugares lejanos. Producido en numerosos países y disfrutado en todas partes del mundo, el café se ha integrado en diversas culturas de formas únicas, transformándose en un rito cotidiano que nos une a todos.
Aunque en las últimas décadas el movimiento del café de especialidad ha ganado reputación por su seriedad y complejidad, a veces incluso percibido como algo pretencioso, lo esencial es recordar que el verdadero objetivo es disfrutarlo. La experiencia del café puede ser profundamente placentera, un deleite que no requiere una comprensión exhaustiva para ser apreciado. En su esencia, el café puede ser simplemente una pausa acogedora que nos despierta por la mañana.
En este entramado de sabores y aromas, emerge la figura de Yusuke Kadokawa, conocido cariñosamente por sus amigos salvadoreños como “Kadito”. Nacido en Kyoto, Japón, “Kadito” ha dedicado su vida a conectar dos mundos distintos a través del café. Cada año, durante los últimos cuatro años, ha enviado un contenedor lleno de sacos de café salvadoreño de especialidad a Japón. Hasta 400 quintales de café salvadoreño en cada envío. Fortaleciendo un vínculo cultural y económico entre ambos países.
"Kadito" representa una historia de pasión y dedicación, un joven que ha encontrado su propósito en unir dos culturas a través del sencillo, pero poderoso, acto de compartir una taza de café. Acompáñanos a conocer su historia.
De Kyoto a Chalatenango: un viaje de descubrimiento
En las bulliciosas calles de Kyoto, donde la modernidad se mezcla con la rica historia de Japón, un joven de cabello largo y estilo urbano ha encontrado su verdadera pasión a miles de kilómetros de su hogar. Yusuke Kadokawa, conocido por sus amigos en El Salvador como Kadito, no es un joven común. Con 34 años, Kadito divide su vida entre Japón y El Salvador, en una misión que va más allá del comercio y construir puentes culturales, y económicos a través del café.
Nacido y criado en Kyoto, Yusuke creció en una de las ciudades más antiguas de Japón. "Prácticamente yo nací y crecí en Japón. Casi toda mi vida he habitado ese espacio", dice, recordando su juventud en un lugar donde la tradición y la modernidad coexisten. Se graduó en la Universidad de Kyoto, especializándose en desarrollo de campo, motivado por los problemas de envejecimiento de la población en Japón y la falta de interés de los jóvenes en la agricultura.
Después de graduarse, Yusuke comenzó a trabajar en una empresa de café en Japón, vendiendo café en grano y tostado. "Yo vendía el café sin conocer la producción", admite.
El primer encuentro de Yusuke con el mundo del café fuera de Japón ocurrió a los 21 años, cuando decidió aprender español en Guatemala. "Busqué por internet y encontré una página que ofrecía aprender español bien barato en Centroamérica. Así decidí ir a Guatemala", relata. Fue durante este viaje que su vida cambió para siempre. Viajando como mochilero por Sudamérica, visitó una finca de café en Colombia y quedó fascinado por el proceso de producción. "Me sorprendió conocer todo el proceso de producción del café. Es admirable todo el trabajo que hay entre la recolección del grano y servirlo en una taza de café", recuerda con entusiasmo.
Chalatenango se convirtió en una escuela de vida
La oportunidad de entender el proceso completo, desde la semilla hasta el mercado, llegó a través de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA). Yusuke participó en un programa que promocionaba café de El Salvador en el mercado japonés. “Al principio iba a hacer trabajo administrativo en la oficina del Instituto Salvadoreño del Café, en Santa Tecla. Pero luego la agencia decidió que me fuera a vivir a una finca de café”, explica.
Yusuke recuerda con cariño su vida en la Finca Santa Rosa en Chalatenango, donde vivía junto al patio de camas africanas donde se secaba el café. "Si me hubiera quedado en Japón, nunca habría tenido esa oportunidad tan valiosa", reflexiona. Aunque enfrentó dificultades con el idioma y la adaptación a la comida y la cultura, la experiencia lo enriqueció profundamente. Durante esos años, conoció a Jorge Raúl Rivera, su aliado en los negocios del café, y se sumergió en el mundo de este grano, documentando su experiencia y comunicándose con importadores japoneses.
“Japón no produce café. No sabía la cantidad de manos por las que pasa el café hasta que llega al mercado de Japón. Este proceso, esa combinación de naturaleza y la fuerza de los humanos es sorprendente”, Yusuke Kadokawa.
La pandemia de COVID-19 en 2020 marcó un punto de inflexión en la vida de Yusuke. Mientras trabajaba en Chalatenango, la cooperativa ACOPACA, se vio obligado a regresar a Japón. Fue entonces cuando decidió que compraría café de El Salvador y lo exportaría el mismo de vuelta a su país. Así nació su tienda "Coyote". "Mi café se llama Coyote, como el animal, pero también en Latinoamérica se usa para referirse al intermediario entre los productores y los mercados", explica. Aunque el término "coyote" tiene connotaciones negativas, Yusuke se ve a sí mismo como un puente entre los consumidores y los productores, tratando de ser “un buen coyote” y respetar el origen de cada variedad de café que lleva a Japón.
El mercado del café de especialidad en Japón es exigente y tiene una larga tradición. "Japón ya tiene mucho tiempo de tomar café. Pero la gente prefiere café de tueste oscuro, culturalmente", explica Yusuke. Sin embargo, el café de El Salvador ha ganado reconocimiento por su dulzura y balance. "Soy fanático del Pacamara, una variedad nacional que se inventó en un laboratorio de El Salvador", dice Yusuke con entusiasmo. Describe el café salvadoreño como una bebida que no aburre, con notas dulces y frutales, y un cuerpo redondo que lo hace especial.
Yusuke selecciona los cafés para su tienda con mucho cuidado, trabajando principalmente con la cooperativa ACOPACA en Chalatenango. También nos revela lo que busca en un productor de café a la hora de hacer alianzas comerciales, "primero la calidad. Los productores que están en la cooperativa tienen muchos premios y experiencia", explica. Además, valora la honestidad en el proceso tanto de los productores como de los compradores. El proceso de cata es riguroso, evaluando aroma, acidez, sabor y cuerpo de manera objetiva. "Hay que pensar a quién le va a gustar esta taza de café allá en Japón", comenta, señalando la importancia de entender el mercado.
Cultura, café y vida
La cultura salvadoreña ha influido profundamente en la apreciación de Yusuke sobre el café. "Los salvadoreños hacen su trabajo con mucha dedicación", dice, destacando la pasión de todos los involucrados en la cadena de producción del café, desde los productores hasta los baristas. Para Yusuke, el café no es solo un trabajo, sino una parte integral de su vida. "El café me ayuda a disfrutar de la vida, a conectar con la gente", afirma.
Para aquellos que desean introducirse al mundo del café, Yusuke tiene un consejo simple pero poderoso: "Primero, tomen mucho café, de cualquier parte del mundo". Cree que es crucial exponerse a todas las experiencias posibles alrededor de esta bebida para desarrollar un criterio y profesionalismo. "Hay que aprender a evaluar el café más allá de las preferencias personales", aconseja, destacando la importancia de ser objetivos en la cata y pensar siempre en los consumidores.
“Hay que pensar como los consumidores que no saben nada de café; ellos no necesitan aprender para disfrutar una buena taza. Debemos enseñarles lo esencial para que puedan disfrutar la experiencia sin necesidad de tener todo el conocimiento que nosotros poseemos”, Yusuke Kadokawa
El café ha transformado la vida de Yusuke de maneras profundas. "Cuando era joven, siempre pensaba qué iba a hacer, qué quería hacer. Pero ahora he descubierto lo que quiero", dice con una sonrisa. El café le ha proporcionado un camino claro y una pasión que lo guía en su vida diaria, conectándolo con personas de diferentes culturas y regiones, y dándole un propósito en la vida.
Yusuke, con su espíritu aventurero y su pasión por el café, ha encontrado una manera de unir dos mundos distantes: Japón y El Salvador. Su tienda "Coyote" se ha convertido en un puente cultural y económico entre los productores salvadoreños y los consumidores japoneses. Su historia es un testimonio de cómo una pasión puede transformar vidas y comunidades, y de cómo el café puede ser mucho más que una simple bebida; puede ser una conexión profunda entre personas y culturas.
“Kadito” es un embajador cultural, un explorador moderno y un apasionado del grano que une continentes con cada taza que sirve. Y es en este viaje de café y vida donde encuentra su verdadero propósito: compartir la riqueza de la tierra salvadoreña con el mundo, y en el proceso, descubrir más sobre sí mismo y su lugar en el vasto tapiz de la humanidad.