A sus 21 años, el Museo de Arte de El Salvador (MARTE) se encuentra en una etapa de renovación y crecimiento. Conversamos con su directora, Eugenia Lindo, sobre cómo su enfoque desafiante está marcando un antes y un después en la historia del museo.
En el marco del 21º aniversario del Museo de Arte de El Salvador (MARTE), tuve el privilegio de caminar por sus salas con Eugenia Lindo, la Directora Ejecutiva del museo. En nuestro recorrido por las exposiciones, Eugenia compartió una visión profunda y apasionada sobre la misión y el impacto del MARTE en un país donde el patrimonio cultural a menudo es subestimado. Desde su fundación, el museo ha sido un baluarte de la expresión artística y la identidad salvadoreña, combinando esfuerzos públicos y privados para ofrecer un espacio de diálogo, reflexión y comunidad.
El MARTE no solo presenta arte; redefine la manera en que los salvadoreños interactuamos con nuestra historia y cultura. Con exposiciones tan innovadoras como "Trópico Telúrico", que cuestionan y reflejan la identidad nacional, el museo se dedica a la educación continua y la conexión social. La visión de Eugenia para el futuro del MARTE incluye expandir su alcance a las áreas rurales y fortalecer los lazos con las comunidades salvadoreñas en el extranjero, subrayando la importancia del arte como herramienta de desarrollo humano y cohesión social.
Habiendo acogido a cientos de artistas en sus salas, el museo ha sido testigo de una rica variedad de expresiones culturales a través de exposiciones y eventos emblemáticos como la Bienal de Diseño Contempo, la pasarela formativa Kaleidoscopio (KLDSCP), los Lunes Musicales, la residencia audiovisual, la subasta benéfica Sumarte, numerosos talleres y conciertos, convirtiéndose en un espacio vital para la formación y el diálogo artístico. Las palabras de Eugenia nos ayudan a delinear el futuro de la institución como garante del patrimonio artístico de El Salvador.
Eugenia, creo que para nuestros lectores es interesante conocer sobre el funcionamiento del MARTE. ¿Podría compartirnos brevemente cómo se sostiene y financia las actividades culturales del museo?
El museo nació como una institución privada, aunque en sus inicios, alrededor de 1999-2000, contó con apoyo gubernamental a través del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura). Desde entonces, ha sido una asociación entre lo público y lo privado, pero la gestión y la mayor parte de la infraestructura han dependido de inversión privada.
Financiar un museo es un desafío debido a los altos costos de mantener los estándares de cuidado, conservación y presentación de las obras. A lo largo de los años, hemos contado con el apoyo de personas, empresas y fundaciones que valoran el arte como un bien cultural accesible al público, más allá del coleccionismo o una visión mercantilista.
Aunque somos una entidad privada, nos organizamos como un modelo de negocio, lo cual puede parecer curioso en el mundo del arte. Requiere un enfoque estratégico y de gestión que va más allá del proceso creativo, incluyendo contabilidad y planificación financiera para asegurar la sostenibilidad a largo plazo. Un museo no puede pensar solo en una generación; debe considerar su impacto en varias generaciones futuras. Nuestro objetivo no es ser rentables económicamente, sino reinvertir todos los ingresos en beneficio social y cultural.
¿Qué logros destacados nos puedes compartir sobre los proyectos desarrollados por el museo?
Uno de los logros más destacados del museo ha sido la manera innovadora de presentar el arte. Esto va más allá del producto artístico en sí y se centra en la experiencia y la reflexión del público. Un ejemplo emblemático es la exposición semipermanente "Trópico Telúrico". Esta exposición propone un diálogo continuo entre las obras y los visitantes, fomentando una interacción que busca que el público se sienta identificado y reflexione sobre lo que ve.
Desde su concepción, "Trópico Telúrico" fue diseñada estratégicamente para cumplir varios propósitos. No solo se trata de exhibir arte, sino también de investigar y explorar qué significa el arte para los salvadoreños y cómo lo interpretan. La exposición invita a los visitantes a profundizar en cómo perciben su entorno, por ejemplo, por qué un paisaje evoca inmediatamente la imagen de un volcán.
Además, esta exposición aborda la deconstrucción de la influencia colonial y externa en la sociedad salvadoreña, cuestionando cómo estas influencias han moldeado la identidad nacional. "Trópico Telúrico" plantea desafíos reflexivos sobre la identidad social y cultural del país, invitando al público a cuestionar y redefinir lo que significa ser salvadoreño.
Este enfoque ha permitido que las exposiciones satélites complementen y profundicen en temas específicos, facilitando una transición más fluida para el público entre una exposición y otra. Detrás de cada muestra en el museo hay una intención de explorar cómo nos define como sociedad y país, lo cual es fundamental para nuestra misión.
Hablemos sobre la importancia del apoyo de los donantes. ¿Cómo van a utilizar los fondos recibidos para impulsar iniciativas creativas y educativas?
El problema es que vivimos en un país precario, y el sector cultural es de los más precarios. Históricamente ha sido así, no es solo ahora. El arte ha sido visto como un lujo para unos pocos en lugar de una necesidad para el desarrollo integral de la sociedad. Aunque contamos con apoyo de donantes privados, individuos y fundaciones, estos recursos nunca son suficientes para cubrir completamente los costos de una exposición o proyectos similares.
Por eso, es crucial que cualquier inversión tenga múltiples beneficios y cumpla varios propósitos a la vez. Por ejemplo, nuestra exposición semipermanente no solo es una muestra artística, sino también un proceso de investigación, archivo y educación. Este enfoque multifacético nos permite maximizar el impacto de cada recurso que recibimos.
Nos vemos obligados a ser extremadamente estratégicos en el uso de los fondos, integrando programas artísticos, educativos y comunitarios de manera coherente y eficiente. Esto significa que no podemos dejarnos llevar únicamente por la pasión, sino que debemos planificar cuidadosamente cada iniciativa para asegurar su sostenibilidad y su impacto a largo plazo.
¿Y cómo ha evolucionado el Marte en ese sentido? ¿Qué nuevas actividades o programas se van a implementar para involucrar a la comunidad?
Parte de nuestra visión es entender que la educación es un proceso. No es un solo momento. No es, voy a poner una exposición y voy a dar una visita guiada con toda esta explicación y automáticamente ya la persona entendió todo. La educación es un proceso, donde cada actividad se entrelaza una con otra. Como un profesor que hace una clase, cada clase profundiza sobre la otra.
El programa educativo está pensado bajo esa lógica, que el conocimiento se crea interactuando. Más que un plan de clases o un libro de texto, el programa educativo son oportunidades de platicar, de tener diálogo, de unir saberes y crear conocimientos juntos.
Si te fijás dentro del museo quitamos una sala de exposición para crear una sala lúdica, para crear estos procesos interactivos. Ahora hay talleres a los que puedes venir con tu familia cuando visites el museo. También hemos replanteado las visitas escolares para incluir a toda la familia. Ahora son una oportunidad para tener un paseo familiar.
Los talleres son en sala, interactuando directamente con la obra de la que se está hablando. Permitiendo que la comunidad no solo observe el arte, sino que también se sienta parte de y participe activamente en el proceso educativo.
¿Cuál ha sido el principal desafío al implementar esta nueva visión colaborativa?
Primero, para pensar en común y colaborar hay ciertos privilegios a los cuales tenemos que decir adiós. Ya no es el o la artista decidiendo todo sobre la exposición, sino trabajando horizontalmente desde el inicio con el equipo, el director artístico o el equipo de educación. Usualmente, el curador selecciona la obra, hace museografía y luego pasa todo al departamento educativo. Pero nosotros cambiamos eso, ahora ni el curador tiene un monopolio sobre las narrativas y los discursos, ni el artista decide qué o cuándo exponer. Es una cuestión de selección basada en un plan y una estrategia.
Eso implica ponernos en horizontal, y cuando lo hacemos, siempre hay una pérdida de privilegios. Esto ha generado roces y malos entendidos. Además, nuestra visión del arte tiene sentido si le hace sentido al público, no solo al equipo o al artista. Incluso hemos dejado exposiciones más tiempo por petición del público. Muchas decisiones ahora incluyen al público. Esto supone abrirse y realmente entender que el público da vida y sentido a tu trabajo.
Hablando del programa de moda Kaleidoscopio y la Bienal de Diseño Contempo, ¿se ha pensado retomar estas iniciativas?
Sí. Lo que pasa es que había que hacer un reordenamiento post-COVID. Cerramos año y medio por COVID y luego había que reordenar nuevos programas, estrategias y departamentos. Esto toma tiempo y dinero. Trabajamos desde la prueba, reflexión y la retroalimentación para mejorar la práctica. Queremos generar industrias creativas, no solo ayudar a un emprendedor, sino crear un ecosistema para eso. Vamos en ese camino, pero toma tiempo reordenar y verlo en una amplitud mayor. De nuevo, todo lo que hacemos está pensado, planificado y estratégicamente ejecutado.
¿Hay alguna obra de las exposiciones actuales que sea especialmente significativa para usted?
Creo que es de gran valor darle la importancia que merece al arte contemporáneo. Nos habla del presente y nos invita a cuestionarlo. Cuando tú incorporas a la colección de un museo una obra, tiene que ser más que una obra, tiene que trascender la obra en sí y ser un patrimonio cultural. Prácticamente estás apostando por lo que viene en el futuro y qué va a ser relevante para tus hijos.
Para mí, aunque sé que es videoarte, es una pieza que me ha asombrado. Es una obra de Lucy Tomasino, creada en nuestra residencia audiovisual. Creo que el futuro es mucho video. La pieza se llama "Piel y cicatriz" y explora el vínculo entre la obra de Carlos Cañas y la propuesta personal de Lucy. Escogió dos obras de Carlos Cañas, una que para mí es de las más significativas en términos de patrimonio cultural, “El Sumpul”, y luego eligió también “Los perros”. Ella se inspira en estas obras para crear otras narrativas.
Lo que está diciendo Lucy es que las heridas que cargamos del pasado ya no son heridas, ahora son cicatrices. Me parece curioso porque una cicatriz sí deja una huella, pero ya no es una herida viva. Me parece que nos ayuda a entender generaciones que no son la mía y entender su pensamiento. Por eso enfocamos esta exposición entera en la historia de El Salvador, porque nos preocupaba ver que poca gente conocía realmente la historia del país. Ver que esta generación sí le está dando importancia a la historia, aunque sea en forma de cicatriz, pero que por lo menos sabemos que está ahí, que ha dejado una marca y que nos tenemos que entender a nosotros mismos desde las mismas cicatrices que venimos cargando generacionalmente. Eso la convierte en una obra importante.
Finalmente, ¿cuál es su visión a largo plazo para el Museo Marte? ¿Dónde le gustaría llevar al museo?
Me gustaría que el museo esté lleno todos los días, accesible para todos y que ofrezca un espacio de armonía, diálogo y reflexión. Un lugar donde podamos hablar y dialogar sobre lo que consideramos importante en nuestras vidas personales y como sociedad. Esto implica expandirnos hacia áreas rurales donde no hay acceso al arte, reconstruyendo el tejido comunitario y social.
Somos un país dividido por la migración. Todo el arte está teñido de migración. Somos un país dividido, somos familias divididas en diferentes países. Creo que parte de unir esta visión de sociedad salvadoreña y de contribuir a la identidad también implica pensar en las comunidades de salvadoreños que están en el exterior. Es momento de unir esos lazos. Hay gente que está ávida de conocer de dónde vienen y de entender por qué su familia tuvo que dejar El Salvador. Los museos son espacios de reflexión, conocimiento y conexión social. Debemos ir más allá del arte por el arte y crear espacios significativos.
Hay que darse la oportunidad de venir a caminar al museo. No importa si entiendes de arte o no. Porque cuanto más creamos la práctica de ir a un espacio diferente en la ciudad, ya eso para mí lo es todo. No importa que sepas de historia del arte o de historia del arte salvadoreño, de eso nos encargamos nosotros. Tenemos que dar el paso de quitarnos estos velos y entender que el arte sí es una herramienta importantísima de desarrollo humano. Siempre lo ha sido.