Sumergida en un laberinto de expectativas y estereotipos, la artista Andrea Tobar desafía las convenciones sociales al explorar su identidad como madre, mujer y artista tras la llegada de su hija. A través del caos y la incertidumbre, se adentra en un nuevo mundo lleno de desafíos para las mujeres.
No se me ocurre mejor manera de iniciar este escrito que confesando lo que me tardé en terminarlo. Inicialmente pensamos publicar este pequeño ensayo sobre arte y maternidad a finales del 2023, pero de forma imprevista, me quedé sin niñera cuando apenas tenía un par de párrafos listos. También te cuento que soy una mujer migrante, y que las abuelas y tías no están a un par de cuadras como para correr a pedirles ayuda cuando algo así pasa. De este modo, perder a la niñera me obligó a pasar el último mes y medio haciéndome cargo al cien por ciento de la bebé, a hacer malabares para poder avanzar con algunos proyectos de trabajo y a poner en pausa la escritura de este ensayo. La maternidad hace que todo sea así de impredecible, pero ya hablaremos del tema.
Hola, me llamo Andrea, y además de ser mamá, vivir en el extranjero y entregar tarde los ensayos que me comprometo a redactar, me gano la vida haciendo dibujos. Empecé a trabajar como ilustradora independiente hace nueve años cuando aún vivía en El Salvador. Estaba recién graduada, soltera, residía con mis padres y tenía el privilegio de poder arriesgarme a dibujar para ver si era rentable a largo plazo. Para mi suerte, lo fue, y poco a poco empecé a formar parte de conversatorios, a participar en ferias de diseño y emprendimiento, a facilitar talleres tanto a nivel nacional como internacional, a vender productos con mis ilustraciones y a crear contenido que las personas pudieran ver y compartir en redes sociales.
La idea de este escrito es que te cuente un poco sobre cómo ha sido evolucionar de artista freelance a madre de familia, asumiendo el reto más grande que cualquier persona de la industria creativa tiene que enfrentar: no dejar que la rutina extinga tu arte. Así que, para ordenar un poco las ideas, en las siguientes líneas voy a hablar un poco sobre el estilo de vida de una ilustradora apasionada por el trabajo y sin hijos, las implicaciones que tiene para una mujer convertirse en madre y la mezcla de inspiración y retos que surgen con la llegada de un bebé a la vida de una artista.
Mi etapa "workaholic" sin hijos
No podemos hablar de lo transformadora que es la llegada del bebé, sin antes intentar describir lo que fue pasar años siendo una artista sin hijos. Antes de ser mamá, mis horarios de trabajo eran largos y constantes. Tenía libertad absoluta para trabajar desde casa, elegir cuántas horas de trabajo diario hacer y cuántos días de descanso tomarme a la semana, que a veces eran muchos y a veces ninguno, pero mi agenda la hacía yo.
Siempre he amado dibujar y por eso, fácilmente pierdo la noción de las horas que puedo pasar haciéndolo. Cuando estoy frente al lienzo dejando que poco a poco el dibujo que vi en mi mente cobre vida, todo lo demás pierde importancia. Reconozco que pasé años siendo workaholic. Hoy en día estoy convencida de que las horas que dediqué haciendo realidad tantos proyectos personales, así como el tiempo que pasé creando para marcas que me contrataron, fueron cruciales para que yo pudiera darme a conocer, experimentar con diferentes técnicas, desarrollar mi marca personal y especialmente vivir a tope este amor que siempre he sentido por la ilustración.
Además de la absoluta disposición de tiempo para organizar mi agenda, existía en mi rutina la libertad para buscar inspiración a cualquier hora y en cualquier lugar. Siempre he pensado que, como artista, necesito llenarme de lo bello que hay en el mundo para luego seguir creando. Para mí, ese tanque de inspiración siempre se llenó de experiencias diversas, provenientes tanto de personas, conversaciones, lugares que visitaba e incluso otras formas de arte como el cine y la música. Definitivamente era una rutina creativa en la que constantemente recibía estímulos que me despertaban el deseo de querer seguir creando y empujándome a hacerlo.
De mujer a madre
Hablemos ahora de la transición de mujer a madre, que posiblemente sea la metamorfosis más grande que una mujer experimentará en su vida. Empezaré confesando que siempre supe que quería ser mamá, pero también reconociendo que cualquier expectativa que yo hubiera tenido referente a los cambios que me iba a implicar serlo, se quedó corta.
Mi hija Sol acaba de cumplir un año con dos meses y ya camina. En cuanto nació se convirtió en la prioridad número uno y le dio vuelta por completo a mi vida, a mi relación de pareja, a mi tiempo libre, a la frecuencia con que veo a mis amigos, a mis vacaciones, a mi presupuesto, en fin… a todo. No se puede describir a cabalidad con palabras el amor que un hijo te mueve, el asombro que te da volver a descubrir el mundo por primera vez a través de sus ojos y la forma en que el tiempo empieza a ir lento y rápido a la vez. Pero no podría hacer un escrito sobre maternidad sin recalcar la forma en que mi identidad se transformó por completo, para que yo pudiera adaptarme y cumplir con el nuevo rol.
“Siento que tengo un universo en el vientre”, así reveló Andrea a su esposo que estaba embarazada.
Una de las cosas más difíciles del proceso de adaptación ha sido descubrir que paternar siempre será más sencillo para un hombre que para una mujer. Como mujeres no solo experimentamos todo el cambio físico del embarazo, también lidiamos con muchos cambios hormonales antes y después del nacimiento del bebé, enfrentamos el agotador trabajo de lactar y recibimos bombardeos de todo tipo con relación a lo que ser una "buena mamá" implica, sumado al agotador estándar de belleza que de algún modo se espera mantener. Y eso lo digo yo que tengo a mi lado a un papá diez, involucrado y con niveles de machismo casi inexistentes.
Evolucionar a madre cambió mi cuerpo, me ha hecho más consciente de problemáticas que hay en un mundo que ahora mi bebé también habita, ha disminuido el tiempo y la energía que tengo para disfrutar en pareja, ha alterado por completo mis tiempos de trabajo, me ha hecho priorizar con quiénes compartir mi tiempo libre, me ha dado fatiga que por ratos se siente insoportable, me ha sumado carga mental, ha reducido al menos a la mitad el tiempo del que dispongo para seguir dibujando y ha cambiado por completo mis mecanismos para mantenerme inspirada.
La maternidad como fuente de inspiración y retos
El día que supe que estaba embarazada le escribí a mi esposo una carta que empezaba diciendo “Siento que tengo un universo en el vientre”. Creo que como artista siempre he mantenido un grado de sensibilidad que me permite experimentar emociones de forma intensa y apasionada, pero nada que yo haya vivido se compara a la emoción, la ternura y la alegría que me envolvió cuando descubrí que había un alma formando cuerpo adentro de mi barriga.
Estando embarazada soñé con mi bebé, le canté, tomé fotos para poder mostrárselas algún día, dibujé por semanas la fruta que suponía ser de su tamaño y le escribí cartas. El simple hecho de pensar en su existencia, mientras descubría un mundo tan nuevo y fascinante se convirtió en la fuente de inspiración más bella. Esa inspiración inagotable que viene de la misma riqueza que la maternidad otorga, sigue estando ahí de forma diaria. Cada risa, cada logro, cada invento, cada juego podría convertirse en un dibujo hermoso, pero esa inspiración choca con tres realidades retadoras: el cansancio físico, la necesidad de ingresos y la falta de tiempo.
Definitivamente el cansancio físico y la falta de sueño representan un reto para poder seguir creando arte de manera constante. Algunos días el cansancio se siente tan fuerte que siento que podría quedarme dormida de pie. Es así como cada momento libre va dejando de ser un espacio para crear y se convierte en una ventana para poder dormir un poco. La prioridad uno es cuidar del bebé y la prioridad dos es dormir.
Con la maternidad también ocurre un ajuste en la economía del hogar a causa de los nuevos gastos. Como artista, esto me ha hecho dejar de trabajar en proyectos que quizás antes hacía por diversión, para priorizar ahora en aquellos que también me son más rentables. Este ajuste tanto a nivel emocional como a nivel creativo es difícil, porque no hay nada más agradable que el sentimiento de saber que tu creatividad es libre de tomar el camino que desee sin que el dinero importe.
Finalmente está el reto de saber hacer malabares con el tiempo, para de algún modo atender a tu bebé, nutrirte a nivel personal, pasar tiempo con tu pareja, ver a tu familia y tus amigos, seguir trabajando y haciendo las diligencias que en la vida adulta corresponde hacer. También es difícil. Demasiadas veces he sentido que me quedo sin tiempo para mí, para dibujar las cosas que quisiera o para simplemente divertirme.
¿Qué sigue en la vida de una artista que ahora es mamá?
Si la temprana maternidad te obliga a frenar o a disminuir la velocidad de varias de las cosas que estabas acostumbrada a realizar antes, considero importante llamarla y reconocerla como un "momento de pausa", del mismo modo en que es primordial comprender que dicho período durará como mínimo un par de años. Menciono esto porque me resulta imprescindible apelar a que siempre exista empatía hacia los nuevos padres, una empatía que trascienda a los tres días de permiso por paternidad que un hombre recibe o a los tres meses de maternidad para una mamá en Latinoamérica.
Por mi parte, no me queda más que compartirles la certeza que tengo de querer seguir creando y haciendo dibujos. Quizás mientras mi "momento de pausa" dure, seguiré priorizando en recolectar momentos y dibujarle sonrisas a Sol, hasta que más adelante pueda convertir todo eso en dibujos. No dudo que mi creatividad siempre se abrirá camino, quizás en un dibujo, en una foto o en los pancakes del desayuno.