Frito no es un secreto, es un manifiesto de sabor y pasión. Con su primer restaurante “stand-alone”, Erick Alfaro consolida su lugar en la gastronomía salvadoreña, transformando lo simple en extraordinario y llevando el pollo frito a una experiencia auténtica y llena de carácter.
Erick Alfaro no solo cocina, crea. En una esquina de El Salvador, donde las ideas grandes a menudo germinan en espacios pequeños, nació Frito, un restaurante que rinde homenaje a la comida popular con un toque de autor. Su fundador, Erick, es un chef que mira más allá del plato, un soñador que encontró en el pollo frito una oportunidad para contar una historia.
Su historia comienza lejos de los fogones, en un camino que parecía llevarlo a la arquitectura y no a la gastronomía. Sin embargo, la vida tiene formas curiosas de colocar a las personas en su lugar. Lo que comenzó como una necesidad de ayudar a su familia trabajando en un comedor, se convirtió en el inicio de una pasión que hoy se traduce en Frito, un restaurante que ha elevado el pollo frito de lo común a lo extraordinario.
“Siempre supe que quería hacer algo diferente, algo que fuera mío”, confiesa Erick mientras observa su nuevo restaurante, una sede fija tras años de operar como un pop-up. Pero llegar aquí no fue fácil. El trayecto estuvo lleno de aprendizajes, frustraciones y pequeños triunfos que lo han llevado a ser quien es: un soñador incansable.
Fue durante sus años trabajando en un comedor para ayudar a pagar la universidad que Erick descubrió su talento para cocinar. “Lo que hacía me quedaba rico, creo que ahí supe que tenía algo para esto”, recuerda con una sonrisa.
La primera chispa emprendedora vino en forma de una taquería que fundó con su hermano. Operando solo los fines de semana, la taquería era más un experimento divertido que un negocio formal. Pero ahí Erick empezó a entender la importancia de conectar con la comida y con quienes la disfrutan. Fue el preludio de algo más grande.
El nacimiento de Frito
En 2019, Erick decidió apostar todo y lanzar Frito. En un mercado dominado por grandes cadenas, la idea de un restaurante centrado en pollo frito artesanal parecía arriesgada. Pero Erick no buscaba competir directamente; su misión era diferente. “No hemos inventado el agua tibia”, admite, “pero hacemos las cosas a nuestra manera, desde cero, cuidando cada detalle”.
La esencia de Frito radica en su honestidad. Erick lo describe como “comida chatarra bien hecha”, una paradoja que redefine cómo percibimos la comida rápida. En lugar de sabores artificiales, Frito apuesta por ingredientes frescos, aderezos caseros y un proceso de cocina minucioso. Cada plato refleja la personalidad inquieta de Erick, con sabores que van desde lo asiático hasta lo dulce y picante.
El menú de Frito es un reflejo directo de la curiosidad de su creador. Cambia constantemente, no por estrategia, sino por necesidad creativa. “Me aburro rápido, así que siempre estoy pensando en cómo innovar”, explica Erick. Este enfoque ha hecho de cada visita a Frito una experiencia única.
"Creo que lo que fui descubriendo en el camino es que no se trata de reinventar la rueda, sino de hacerlo de la manera que a mí me gusta, con los sabores que me emocionan, y eso es lo que trato de transmitir con cada plato que hago en Frito", Erick Alfaro.
Frito comenzó como un pop-up, abriendo solo una vez por semana en lugares prestados. Durante cinco años, Erick y su equipo enfrentaron retos logísticos que iban desde la lluvia hasta las limitaciones de los espacios. Pero esa etapa fue crucial para formar la resiliencia y la filosofía que hoy definen a Frito. “Esos cinco años me enseñaron a resolver problemas en tiempo real y a no rendirme”, reflexiona.
Finalmente, en 2024, Frito encontró su hogar. Este espacio representa un sueño cumplido, y una oportunidad para expandir la visión creativa del restaurante. Ahora, con un lugar propio, Erick puede experimentar aún más, colaborando con otros chefs y organizando eventos que convierten a Frito en un laboratorio de ideas.
Una comunidad que transforma
Una de las señas distintivas de Frito ha sido su enfoque en las colaboraciones. Desde chefs coreanos hasta artistas locales, Erick ha abierto su cocina y su mente a nuevas posibilidades. “Hemos aprendido tanto de estas experiencias, no solo sobre comida, sino también sobre arte, música y diseño”, comenta.
Una de las colaboraciones más emocionantes en el horizonte es con una chef vegana, explorando cómo traducir la esencia de Frito en un menú libre de productos animales. Además, están en conversaciones para desarrollar una soda artesanal exclusiva para el restaurante, una prueba más de cómo Frito se niega a ser encasillado.
Para Erick, la comida es más que sustento; es una forma de conectar con las personas y con el mundo. Su filosofía es clara: lo sencillo puede ser extraordinario si se hace con cuidado y pasión. “No porque sea comida rápida tiene que ser mala”, insiste. En Frito, cada detalle importa, desde el aceite utilizado hasta la experiencia visual y emocional que acompaña a cada plato.
"En estos años, he aprendido que ser paciente es clave. Muchas veces querías que las cosas llegaran rápido, pero todo llega en su momento. Frito no sería lo que es hoy si no hubiera pasado por todo ese proceso", Erick Alfaro.
Mirando hacia adelante, Erick tiene grandes planes para Frito. Su visión no se limita a un solo restaurante; quiere llevar su concepto a nuevos mercados y explorar cómo puede adaptarse a diferentes culturas. Pero siempre manteniendo la esencia que lo ha hecho único: la autenticidad.
“Frito puede ser muchas cosas”, dice Erick con entusiasmo. “Puede ser un lugar de alitas, un pop-up en otro país o un laboratorio creativo para chefs emergentes. Lo importante es que siga siendo un espacio donde la gente se sienta bienvenida y sorprendida".
Frito es una invitación
El viaje de Erick hacia la gastronomía no fue directo. Su formación como arquitecto, sus años ayudando en un comedor, y una taquería improvisada con su hermano fueron los cimientos de su historia. Pero fue en 2019 cuando todo cambió. Con valentía, Erick lanzó Frito en un momento donde nadie pensaba que el pollo frito podía ser más que un plato casual. “A veces querés correr, pero es la paciencia la que te enseña el camino”, reflexiona ahora.
Al mirar a los comensales en un servicio habitual uno puede darse cuenta que Frito no es solo un restaurante; es una declaración. Es la prueba de que, con pasión y paciencia, incluso un plato tan simple como el pollo frito puede transformarse en arte. Erick Alfaro nos invita no solo a probar su comida, sino a compartir su visión: la posibilidad de encontrar belleza en lo cotidiano.