Sumérgete en un exclusivo encuentro con Jacqueline Moncayo durante su visita a El Salvador, donde compartió sus experiencias y pasión por el diseño de calzado.
En el mundo de la moda, hay creadores que trascienden las fronteras del diseño convencional para dar vida a auténticas obras de arte que cuentan historias. Jacqueline Moncayo, una distinguida diseñadora ecuatoriana, personifica esta filosofía con su marca homónima de calzado. Su historia es un viaje de autodescubrimiento, pasión y dedicación que está transformando la industria del calzado de lujo en Latinoamérica.
El camino de Jacqueline hacia el diseño de calzado ha sido único y lleno de giros inesperados. Después de décadas como exitosa empresaria y madre de familia, decidió embarcarse en un año sabático a la edad de 54 años, buscando una nueva aventura. Este período de reflexión la llevó a España, donde se inscribió en un máster de calzado, desafiando las expectativas y demostrando que nunca es tarde para seguir los sueños.
“Esta historia tiene dos partes”, confiesa Jacqueline, quien ha visitado El Salvador gracias a su colega Elisa Barake, quien organizó todo para tener a Jacqueline en la tienda Ave María.
Lo que comenzó como un año sabático se convirtió en una pasión desenfrenada por la moda y el diseño de calzado. Jacqueline combinó su vasta experiencia empresarial con su recién adquirido conocimiento técnico para lanzar su marca de calzado, Jacqueline Moncayo. Su enfoque en el trabajo manual, los detalles y las historias ha redefinido el concepto de lujo en la industria del calzado.
“Era algo con lo que siempre soñé, siempre he sido apasionada de la moda y de los zapatos”, afirma Jacqueline.
La verdadera esencia de los zapatos de Jacqueline radica en su capacidad para contar historias. Cada diseño es una obra maestra que rinde homenaje a las culturas iberoamericanas, desde los patrones inspirados en la Alhambra en España hasta las técnicas artesanales de la Iglesia de la Compañía en Quito, Ecuador. Cada zapato cuenta una historia de herencia cultural y artesanía excepcional.
“Así inicia la aventura de diseñar esta línea iberoamericana. Todo comienza fabricándose en España, porque siempre mi idea fue enfocarme al lujo”, cuenta la diseñadora “Pero no el lujo que se ha entendido como costo, sino como valor agregado al producto, como la historia de tu producto. En ese sentido España es donde se fabrican las marcas de zapatos más renombradas del mundo”, repasa Jacqueline.
Durante nuestra plática también nos cuenta sobre la procedencia de sus materias primera: “Las pieles que utilizo las compro en las mejores ferias italianas y cada uno de mis diseños van representando diferentes países iberoamericanos”.
Pero más allá de la estética, el verdadero lujo de los zapatos de Jacqueline Moncayo reside en su narrativa. Cada par es una ventana a un mundo de tradición, innovación y compromiso con la excelencia. Desde el enchapado en tamo de Colombia hasta la colaboración con los artesanos Huichol de México, cada zapato es una obra de arte única que trasciende las tendencias pasajeras de la moda.
“Hay un tacón que está inspirado en el Palacio de la Alhambra, donde las paredes de estuco representan la unión árabe española, en este diseño el tacón lleva una simulación de una de esas paredes y de esa manera nace mi primera colección, bajo el nombre Alhambra”, cuenta mientras sostiene en sus manos un delicado zapato de color azul profundo, destalonado, con un entramado geométrico de estilo árabe en el tacón y rematado con una perla de grandes dimensiones en la punta.
Jacqueline Moncayo no solo crea zapatos, sino que también teje vínculos culturales y emocionales a través de su trabajo. Su enfoque en la unión de culturas iberoamericanas refleja su profundo compromiso con la inclusión y la diversidad. Cada par de zapatos es una celebración de la riqueza cultural de América Latina y un recordatorio de que el arte puede ser un puente hacia la comprensión mutua.
Muy orgullosa de su origen en “la mitad del mundo”, Jacqueline cuenta que su país también ha inspirado de manera significativa su trabajo. “Traigo la rosa ecuatoriana a mis diseños, una de las rosas más preciadas en el mundo”, explica. “Para este diseño trabajo con una técnica inspirada en los retablos de la Iglesia de la Compañía en Quito, la capital de Ecuador, una de las catedrales más fantásticas del mundo”, cuenta con mucha emoción.
“Es una catedral íntegra cubierta en oro. Retomo esta técnica que se trabaja en un pequeño pueblo ecuatoriano que se llama San Antonio de Ibarra. Una técnica que se utilizaba mucho para muebles y cuadros, hoy en día por costos ya nadie la utiliza. Yo lo traje a la moda, estos tacones son laminados en oro de 24 kilates, llevan 10 capas de yeso pulidas de una en una y se van sellando con gotas de agua, luego se coloca la lámina de oro y con una piedra de ágata se empiezan a sacar el brillo y así se consigue esta maravilla de zapato”, revela con detenimiento.
El viaje de Jacqueline como diseñadora de calzado está lejos de acabarse, su visión va más allá de la moda. Ella ve sus creaciones como hijos, cada uno con su propia historia y significado. Su capacidad para transformar materiales simples en obras de arte atemporales es un testimonio de su habilidad como maestra artesana del calzado.
Los comentarios en tiempos de crisis no la desalentaron. “Fue un gran reto lanzarme a una aventura como esta, tan difícil de lograr, porque era entrar a competir con marcas con un posicionamiento enorme, pero mira cómo es la vida”, explica Jacqueline. “La marca se lanzó en septiembre de 2019, y en febrero llegó la pandemia. Mucha gente dijo: ‘qué pena, hasta aquí llegaste, ¿quién va a utilizar un zapato de tacón de oro en medio de la pandemia?’ Y fue todo lo contrario”, añade.
Jacqueline reflexiona sobre el crecimiento de su negocio, reconociendo la necesidad de estructurarlo a otro nivel. "Hasta ahora, que ya estoy empezando a cosechar todos los frutos de tanto esfuerzo, estoy sentándome a pensar cómo estructurar el negocio a otro nivel. Ya como una empresa donde tenga mayor cantidad de colaboración y pueda tener un equipo", explica.
"Yo creo que las cosas que presentan dificultades son las cosas que esconden las verdaderas oportunidades", afirma Jacqueline con convicción.
Una característica distintiva de la marca Jacqueline Moncayo es la forma en que Jacqueline misma actúa como embajadora de la esencia de la marca. "Los zapatos viajan conmigo, no se quedan en ninguna tienda", revela. Esta decisión estratégica resalta su compromiso con la autenticidad y el contacto directo con sus clientes. Jacqueline no solo vende productos; vende experiencias y conexiones personales que trascienden lo comercial.
Jacqueline entiende el poder de su historia y la importancia de transmitirla a sus clientes. "Yo sé que al contarle a una persona mi historia, esta conoce lo que hay detrás de los zapatos", afirma con convicción. Esta narrativa no solo agrega valor a sus productos, sino que también construye una comunidad de seguidores que comparten su visión y valores. Su compromiso con la calidad es un ejemplo de su determinación para establecer conexiones duraderas con sus clientes y comunidades. Una parte fundamental en el exito de las marcas de moda.
Jacqueline Moncayo, con su visión inspiradora y su dedicación inquebrantable, encarna la creencia de que las dificultades son oportunidades disfrazadas. "Yo creo que las cosas que presentan dificultades son las cosas que esconden las verdaderas oportunidades", afirma con convicción. Este mensaje, que ella misma se esfuerza por transmitir a todos con los que hablara, resuena en cada aspecto de su carrera y su marca.
A través de los desafíos y obstáculos que ha enfrentado en su viaje como diseñadora de calzado, Jacqueline ha descubierto su verdadera fuerza y potencial. "Todo ese proceso de fabricación podría ser complicado, pero eso hace que sea una marca única en su tipo de trabajo", reflexiona. Su dedicación a la excelencia y su capacidad para convertir desafíos en oportunidades la distinguen como una figura en ascenso a la que hay que seguir de cerca en la industria del calzado de lujo latinoamericana.
Jacqueline Moncayo crea sueños, esperanzas y oportunidades, en forma de zapatos. Su historia es un testimonio de que el éxito no está determinado por los obstáculos que enfrentamos, sino por cómo los superamos y aprendemos de ellos. A través de su pasión por el diseño, su compromiso con la artesanía y su narrativa inspiradora, Jacqueline nos enseña que lo difícil no es un obstáculo, sino un trampolín hacia el éxito verdadero y duradero.