Dos fuerzas, blockchain e inteligencia artificial, están transformando el arte. Sam Portillo, pionero en el arte digital, nos guía hacia un futuro donde la tecnología redefine la creatividad, expandiendo los límites de la expresión artística.
La creación de arte en la era digital ha tomado un rumbo fascinante y transformador gracias a la integración de tecnologías como el blockchain y la inteligencia artificial (IA). Estas herramientas no solo están revolucionando la forma en la que se produce y distribuye el arte, sino también cómo se forman comunidades artísticas y se comparte el conocimiento.
El blockchain, conocido principalmente por su aplicación en criptomonedas, ha transformado nuestra relación con el arte digital. A través de los NFTs, tokens no fungibles respaldados por la seguridad y transparencia de la cadena de bloques, los artistas pueden autenticar y vender sus obras digitales, creando un mercado descentralizado y accesible para todos.
Esta democratización del arte ha permitido que una comunidad global de creadores y coleccionistas se conecte y colabore sin las barreras tradicionales impuestas por intermediarios y galerías.
Para conocer más sobre cómo estas tecnologías están transformando el mundo del arte, hablamos con Sam Portillo, Diseñador Estratégico, artista y pionero en la adopción de estas innovaciones. Sam ha estado involucrado en la Web3 y el blockchain desde 2020, explorando el arte generativo y la colección de NFTs. Su proyecto Fortgotten ha sido una plataforma de experimentación donde ha integrado la tecnología blockchain para crear y vender arte digital, conectando lo físico con lo digital de formas innovadoras.
Sam también nos compartió su visión sobre la comunidad artística y la importancia de compartir conocimientos. A través de su trabajo, ha demostrado cómo la colaboración y la experimentación constante pueden llevar a nuevas fronteras creativas. Con la creación de colecciones de arte generativo y la construcción de universos digitales como The Bunch, Sam continúa inspirando a otros artistas a explorar y adoptar estas tecnologías emergentes.
¿Podrías compartir cómo fueron tus primeros pasos en el arte digital?
Soy de los que ven algo nuevo y se lanzan de cabeza para explorarlo, porque me gusta entenderlo bien y poder compartirlo con otros. Eso es lo que más me apasiona: ser pionero y probar cosas nuevas. Comencé coleccionando muchos NFTs y pequeñas obras. Luego, con el auge del blockchain, hubo una explosión de ventas de todo lo relacionado con esta tecnología. En ese momento, me di cuenta de los enormes beneficios del blockchain y del prometedor futuro que tiene. Por ejemplo, descubrí que empresas como Nike han patentado tecnologías y procesos para usar el blockchain de manera innovadora en sus productos. Compañías gigantes ya están explorando cómo utilizar Web3 para conectar con productos reales.
Ya había estado trabajando en Fortgotten, un proyecto que inicié hace ocho años, casi al salir de la universidad. Conversando con mis amigos, surgió la idea de convertirlo en un proyecto de NFTs, para probar la tecnología y explorar todas sus posibilidades. A través de Twitter y otras comunidades online, conocí a otros usuarios que me introdujeron en este mundo digital, ya que no hay una documentación abierta y clara; no es fácil de entender rápidamente.
Con Fortgotten, también descubrimos el arte generativo. Esto consiste en diseñar varios elementos de un personaje (cara, ojos, boca, cejas, ropa) y luego combinarlos aleatoriamente mediante código. Me pareció increíble que había gente utilizando esto para generar una enorme cantidad de imágenes, muchas de las cuales no eran muy atractivas según mi criterio, pero se vendían como "arte". Quise probar y creé mi primera colección de arte generativo dentro del universo de Fortgotten.
Trabajé en esto con mis amigos Roberto Burgos y Carlos Arneque. Ellos me ayudaron a cubrir áreas que yo no podía y logramos vender todos los tokens, todas esas pequeñas piezas de arte generativo. La primera vez vendimos 200 en unos 10 segundos, algo increíble. La siguiente vez vendimos 1000 en un solo día. Esto nos permitió seguir explorando. Para Fortgotten hemos colaborado haciendo cómics con Ernesto Saade, un novelista gráfico salvadoreño. También integré a otras personas como Defie Mazariego y Fidel Huezo en el equipo de arte. Imagínate, ya teníamos un equipo de arte creando cosas para Fortgotten. Hicimos juguetes, exploramos diversas ideas, produjimos tanto cosas físicas como digitales, cómics y libros. Era como explorar un universo multimedia de entretenimiento sin límites.
"Yo soy alguien que ve algo nuevo, y me meto de cabeza. La lección más grande de todas estas experiencias ha sido no tener miedo de equivocarme. Si me equivoco, sigo adelante", Sam Portillo.
Pero la revolución no se detiene ahí. La inteligencia artificial ha irrumpido en el mundo del arte con una creatividad asombrosa y sin límites. Los algoritmos generativos pueden producir imágenes, música y texto de manera autónoma, explorando nuevas fronteras de la expresión artística. La IA está desafiando las nociones convencionales de autoría y originalidad, invitando a los artistas a colaborar con máquinas en un acto de creación colectiva.
¿Podrías explicarnos en qué consiste The Bunch?
The Bunch surge hace un año. Dentro de todos mis proyectos, tanto en blockchain como en otros trabajos, había momentos en que solo quería dibujar. Ya había hecho un par de proyectos de NFT y me puse a estudiar qué era lo que a la gente le gustaba. Qué era lo que hacía que algunos proyectos tuvieran tanto éxito. Estudié doce o quince proyectos y compartí los hallazgos en Twitter. Al final, me puse la misión de diseñar algo con todo lo que aprendí, incluyendo las lecciones de cosas que no funcionaron para mí en Fortgotten, como simplificar y enfocarme en algo específico.
La idea surgió de un estilo gráfico y dirección de arte inspirados en las caricaturas que veía cuando era pequeño, como Los Picapiedra, Scooby-Doo, Dexter, cosas con las que muchos pueden sentir nostalgia.
También me inspiré en la escena de la moda de Berlín y en el sentido de identidad que tiene la gente aquí, cómo se esfuerzan por ser distintos y estilosos. Imaginé cómo sería si los personajes de esas caricaturas fueran un grupo de chicos modernos. Lo que une todo este universo, es un centro comercial imaginario, un mall tipo Metrocentro o Plaza Merliot. Recuerdo que después del colegio íbamos al arcade de Plaza Merliot, jugando, comiendo, haciendo tonterías. La idea es que en este pequeño lugar ocurran historias, aventuras pequeñas y rebeldes. Todo el arte de The Bunch está inspirado en esa nostalgia de mi adolescencia.
"Quiero usar blockchain para ofrecer a la gente derechos comerciales sobre sus personajes. Que puedan hacer lo que quieran con sus personajes, como un open brand. Quiero desarrollar una plataforma donde puedan acceder a recursos y herramientas para convertir sus personajes en productos", Sam Portillo.
En este paisaje digital, la comunidad artística se convierte en el corazón palpitante de la innovación y el intercambio de conocimientos. Plataformas como Twitter y Discord sirven como espacios de encuentro donde los artistas pueden compartir ideas, colaborar en proyectos y aprender unos de otros. La mentalidad de código abierto y la cultura de la colaboración impulsan el avance de la creatividad, mientras que los artistas exploran nuevas formas de expresión y experimentación.
¿Qué beneficios se obtienen al compartir abiertamente el universo que has creado con The Bunch?
Es como abrir una gran puerta para todo. Es una colaboración pública. Demostrarle a una audiencia más grande las capacidades que tengo, no solo como director de arte y diseñador, sino también la capacidad creativa de mi estudio. Es abrir los permisos para crear cosas nuevas, sin el ego de "esto es mío y nadie lo toca". La propiedad de todo este universo nadie me la va a quitar. Tiene mi firma y mi nombre. A éste proyecto le he dedicado un año de trabajo. No hay nadie haciendo este tipo de proyectos digitales, también es algo que vamos a probar si a la gente le gusta. Veo las posibilidades y quiero explorar este camino.
Cuando hablábamos de Fortgotten, mencionaste la combinación de arte y negocios, una unión que a veces genera controversia. ¿Cómo manejas esta integración y qué importancia tiene para ti en tu trabajo?
Para mí, muchos de mis proyectos, específicamente Fortgotten, es un sandbox donde puedo jugar y experimentar. Puedo explorar cosas de negocio en el área de entretenimiento, medios impresos, objetos y una larga lista de cosas. Es como una licencia para probar cosas nuevas y ver qué funciona, sin el peso de tener un cliente encima, revisando todo. Hay mucho de mi propio niño interno buscando cómo jugar y este es su mundo donde nadie le dice nada, entonces hace lo que quiere.
¿Tenés algún consejo para quienes están pensando unirse a la escena del arte digital?
Todo lo que aplica al arte tradicional y al emprendimiento aplica aquí también. No es una ruta más fácil, a veces es más complicada porque incluye tecnología. Hay mucha gente con poco talento haciendo mucho dinero en este mercado, pero aplicando un buen ojo y otra visión, vos también podés lograr mucho. Es cuestión de dedicación, educación, aprender y no tener miedo a probar y fallar. Es como que estés en la playa y te pongás a armar una fogata; la gente empieza a llegar cuando hay fuego. Enfocate en construir y la gente va a llegar.